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viernes, 15 de septiembre de 2017
A
pesar de su rotundo nombre, este es el sistema estelar más heterogéneo y
diverso de los que forman la Federación.
El
planeta más cercano a la estrella recibe el curioso nombre de GRUMO. No es más que una roca calcinada
de forma más o menos esférica imposibilitada para albergar vida. Quizá solo se
trate de un asteroide capturado por el potente campo gravitatorio de la
estrella.
Un
poco más alejado se encuentra CHINARRO:
otro mini-planeta rocoso, ligeramente mayor que el anterior, pero tan seco y
estéril como éste.
Ya
en la zona habitable del sistema descubrimos CIÉNAGA-5: un mundo pantanoso e insalubre, caracterizado por una
altísima presión atmosférica, una desesperante humedad que te cala hasta los
huesos y un horrible olor nauseabundo producido por la lenta putrefacción de
las plantas y animales autóctonos muertos. Considerando además que el planeta
no posee ningún recurso natural de interés y que su superficie es un auténtico
criadero de microorganismos nocivos y gérmenes patógenos resulta de lo más
chocante que precisamente aquí se encuentre la capital del sistema, Black Hoof
Village, sede de la prestigiosa fábrica de perfumes “Aromas López”.
El
siguiente planeta es VERGELIA-1,
que, comparado con el anterior es un auténtico paraíso: fértil, con un clima
más que benigno y bañado por una multitud de lagos de agua dulce. En un
principio se denominó EDENIA y se estableció allí una próspera colonia agrícola
pero, en tiempos del presidente Swimmer, una espantosa plaga diezmó a la
población, dejando la colonia completamente devastada. (Siempre se sospechó de
un fallo en la cuarentena sanitaria de alguna expedición al planeta vecino). En
2311, el presidente McAndrews promulgó el decreto de creación de los planetas
tipo “Vergelia” y Edenia fue incluido en el programa. En 2336 se fundó la
Colonia Deméter (su nueva capital) y se rebautizó el planeta con su nombre
actual de modo que ese mundo conoció un nuevo periodo de prosperidad. (Incluso,
años más tarde, se instaló allí una academia de vuelo de Los Espaciales).
VULCANIA es muy distinto. Se trata de
un planeta con una alta actividad geológica que se manifiesta en una violenta
sismología y un frenético vulcanismo (de ahí su nombre). Aun así, resulta apto
para la vida y es habitable (aunque, eso sí, muy escasamente poblado). Como
curiosidad, cabe decir que en una región de aquel mundo denominada “Canaria” es
donde viven los famosos “Cinocéfalos”: Neohumanos con cabeza de perro. (Allí
nació nuestro protagonista, Octavio, y sus numerosos hermanos).
TRITÓN-6 no es más que una gigantesca
bola de hielo formada por la adición de múltiples cometas. Antiguamente se
llamaba GLACIARIA pero el programa de creación de planetas tipo “Tritón” hizo
que se cambiara su denominación. Resulta tan frío e inhóspito que nadie vive en
él aunque se rumorea que pueda existir en algún lugar de su superficie una
instalación militar... ¡pero eso nunca se sabe!
Los
dos últimos planetas del sistema son gigantes gaseosos: COLOSSUS, una monstruosa esfera de Metano con más de 30 satélites,
muy interesantes para los científicos pero completamente inhabitables, y ESFERÓN, otra sobredimensionada burbuja
de gas (esta vez de Hidrógeno, Helio y Nitrógeno) sin nada reseñable entre sus
14 satélites.
R. MACHUCA-17
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sábado, 18 de febrero de 2017
SOBRE
EL INCIERTO FUTURO EN PROCYON
Cuando
en la página 99 del LIBRO 4 la ex-agente Cinco-patos
pregunta al asesino Procyon “¿qué es
una bifurcación?” éste le contesta que es algo que tiene que ver con la
Mecánica Cuántica. Creo que el asunto precisa una somera explicación y ahí va.
Desde
la más lejana antigüedad, el ser humano se ha interrogado sobre el misterioso
mecanismo que hace moverse al Sol, la Luna, los planetas, y, por extensión, a
todas las cosas materiales que ocupan la superficie terrestre. Cada pensador, a
base de pensamiento bruto, daba con una explicación, a cada cual más
pintoresca. La que más influencia tuvo a lo largo de la historia fue la que dio
Aristóteles. Este sabio griego, como
muchos otros antes que él, concebía un universo concéntrico y pequeñito (de
bolsillo, por así decirlo), en el que lo sólido (elemento Tierra) ocupaba el
lugar central, lo líquido se extendía a su alrededor (elemento Agua), lo
gaseoso envolvía a todo lo anterior (elemento Aire) y, por último, el material
de que están hechas las estrellas (elemento Fuego) rellenaba las capas más
externas. (Él añadió de su cosecha un quinto elemento, el Éter, para explicar
qué había más allá de esa caprichosa construcción, un lugar que, sin duda
alguna, estaría reservado a los dioses). Como los antiguos griegos aborrecían
la idea del espacio vacío, todo aquel conjunto permanecía bien apretado de modo
que las cosas estuvieran en estrecho contacto unas con otras provocando que si
algo se movía “empujase” a lo que tenía a su alrededor. El mecanismo pues que
explicaba el movimiento según Aristóteles era evidente (o eso creía él): todas las
cosas tenderían a juntarse con aquellas otras que comparten su misma
naturaleza, por eso, las piedras caen hacia “el centro del universo” donde esta
“lo sólido” y el humo tiende a elevarse hacia el cielo, donde esta “lo gaseoso”.
Al hacerlo, “empujan” a lo que les rodea y hacen que todo permanezca en
movimiento. ¿Se entiende?
Hoy
en día, esa concepción del universo se nos antoja absurda y ridícula aunque hay
que reconocer en ello un profundo esfuerzo intelectual para unas gentes que se
limitaban a pasear por el campo mirando las nubes y que no realizaban una
medición ni un puñetero experimento aunque los mataran. Pero el caso es que los
que vinieron después tampoco hicieron demasiado: ¡aunque parezca mentira, esta
idea del universo aguantó en pie hasta el Renacimiento y más allá!
Veamos.
En los siglos XVI y XVII, sabios como Galileo,
Kepler y, por supuesto, Isaac Newton estudiaron en profundidad el movimiento local y planetario y
dedujeron leyes físicas, que apoyadas en fuertes fundamentos matemáticos,
desterraron todas esas anticuadas ideas sobre los cuatro elementos y sus
esferas de influencia. La idea del universo fue creciendo en tamaño y
complejidad y el movimiento se hizo medible y sujeto a estrictas leyes que
operaban en un lenguaje matemático que podíamos manejar (La teoría de la Gravitación Universal, of course). Pero, por
desgracia, toda aquella revolución intelectual preservó una incómoda idea
incrustada ahí desde el inicio: el Determinismo;
el universo concebido como un gigantesco mecanismo de relojería donde causas y
efectos se iban sucediendo sin fin y donde no cabían la aleatoriedad y, lo que
es peor, el libre albedrío. Dadas unas condiciones iniciales sería posible
decir con exactitud y sin sorpresas todo lo que sucedería a continuación. Ni
qué decir tiene que los científicos de esa época reservaban el ámbito de
actuación del libre albedrío al alma inmortal pero esa es una explicación más religiosa
que científica y, por tanto, no sujeta a ningún tipo de experimentación.
Con
la llegada del siglo XX, cuando parecía que ya todo estaba dicho en Física, dos
nuevas teorías irrumpieron en el panorama de la ciencia como un elefante en una
cacharrería. La primera, la Teoría de la
Relatividad de Albert Einstein,
constituía una potente generalización de la Teoría de la Gravitación Universal
de Newton, con la genialidad de
transformar el Tiempo, ese gran desconocido, en una dimensión más del universo
en que habitamos. Produjo un cierto desasosiego entre la comunidad científica
el hecho de que, entre sus implicaciones, predijera que diferentes espectadores
pudieran percibir de formas distintas el mismo fenómeno físico. Era como si la
realidad perdiera algún grado de coherencia. Pero aquello no pasaba de ser algo
casi anecdótico en el momento en que se enunció (no tanto ahora, en la época de
los satélites de comunicaciones y del GPS: el Tiempo pasa más despacio para
ellos, allí arriba, y tienen que tenerlo en cuenta en sus mediciones). La
Relatividad, en el fondo, respetaba el sacrosanto Determinismo.
La
segunda gran teoría física del siglo XX fue la Mecánica Cuántica. Y en ella todo era distinto. El auge del estudio
de las partículas subatómicas desveló un nuevo mundo que parecía ajeno a
cualquier ley de la mecánica clásica... e incluso a las del mismísimo sentido
común: Las partículas ya no podían ser concebidas como objetos materiales sino
como meras ondas de probabilidad, algunos parámetros pueden ser imposibles de
medir aunque afinemos infinitamente nuestro instrumental, lo que ocurra en la
realidad puede depender de que haya alguien observando o no, y, lo más drástico
y fundamental, algunos sucesos pueden no tener una causa definida sino ocurrir
por puro azar.
Los
popes científicos del mundo entero se opusieron con uñas y dientes a la nueva
teoría (Einstein dijo aquello de que
“Dios no juega a los dados”, ya sabéis). Pero cuantas más objeciones le
pusieron, más pruebas a favor se encontraron: Es la teoría científica más
probada de la historia. Y, en cuanto a lo que aquí no ocupa, es la primera en
sortear la barrera del Determinismo: Hay sucesos que ocurren por mero azar,
esto es, ocurren o no independientemente de que exista alguna causa que los
provoque (La desintegración de algunas partículas subatómicas, por ejemplo. Se
habla de “vida media” del neutrón o del muón porque es imposible saber cuándo
puede ocurrir su desintegración. Ni idea, oiga). El mecanismo de relojería del
universo tiene algunas fisuras y puede que no marque la hora exacta. Y, en
cualquier caso, ¿cuál demonios es la hora exacta?
El
hecho de que algunos sucesos puedan producirse aleatoriamente conduce a una
curiosa consecuencia: Mientras que la Física Clásica describía la evolución
hacia el futuro del universo como una amplia autopista sin desvíos ni cambios
de sentido, la Mecánica Cuántica la presenta como un nudo de caminos lleno vías
secundarias y ramificaciones que serán tan anchas o estrechas como alta o baja
sea la probabilidad de que los sucesos que generan cada bifurcación ocurran o no. Como dice Procyon en el LIBRO 4, el
futuro no está escrito sino que se va construyendo a medida que los sucesos y
las decisiones van teniendo lugar. ¡Adiós al Determinismo!
Alguien
podría objetar: “Hombre, azar y libre albedrío no son exactamente lo mismo”. Es
cierto. Pero los estudios sobre neurociencia cada vez están dejando más claro
que los procesos que ocurren dentro de nuestro cerebro están regidos por la
Mecánica Cuántica; algo que se venía intuyendo y que deberá tenerse en cuenta
en la creación de Inteligencia
Artificial (Y que, como ya habréis supuesto, será materia de uno de estos
artículos del blog cuando lleguemos a ese tema en la serie regular).
Una
última curiosidad: En los años 50, el físico Hugh Everett (1930-1982) propuso la alocada teoría de que cuando la
realidad llega a una bifurcación cuántica temporal y, por azar o por decisión
consciente, se toma uno de los posibles caminos que aparecen, el otro, el
camino que no se ha tomado, no se disuelve en la nada sino que coexiste con el
nuestro creando un “universo paralelo”
que no podemos percibir. Un ejemplo: Somos unos indecisos patológicos incapaces
de elegir qué calcetines nos vamos a poner para salir a la calle. Decidimos
pues lanzar una moneda: si sale cara nos pondremos los rojos y si sale cruz los
azules. Lanzamos la moneda, sale cara, y unos minutos después estamos saliendo
por la puerta con nuestros pies enfundados en los calcetines rojos... Pero
también existe el mundo paralelo en el que salió cruz y marchamos con los
calcetines azules... E incluso otro en el que decidimos no lanzar la moneda y
llevamos puestas unas frescas chanclas... ¡Y otro en el que ni siquiera hemos
salido a la calle! A esta construcción se la suele denominar de “Mundos Alternativos” y, como es fácil
suponer, entra más en el campo de la metafísica o de la religión que en el de
la ciencia dada la imposibilidad de refutar sus argumentos. Aun así, la cosa ha
tenido un fructífero recorrido en la Ciencia-ficción desde que en los años 30 Jack Williamson escribiera un relato
sobre el tema (de él se tomó la denominación de “puntos Jonbar” a lo que yo llamo “bifurcaciones”). En este tipo de relatos se explora qué hubiera
ocurrido si un acontecimiento histórico de vital importancia hubiera ocurrido
de forma diferente a como lo hizo: qué hubiera ocurrido si Alejandro Magno no
hubiera muerto tan joven, si Roma hubiera perdido las Guerras Púnicas, si la
Armada Invencible hubiera hecho honor a su nombre, si Napoleón hubiera ganado
en Waterloo o Hitler la Segunda Guerra Mundial. (El subgénero llamado
“Steampunk” también tiene que ver con esto, ¿no?). En cualquier caso, creo que el
hecho de salir a la calle con los calcetines de un color u otro no supondría un
grave cambio en la historia de la humanidad... ¡pero nunca se sabe!
R.
MACHUCA-2017
sábado, 4 de febrero de 2017
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viernes, 13 de enero de 2017
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