domingo, 27 de mayo de 2018
domingo, 13 de mayo de 2018
SOBRE
ASTRONOMÍA EN PROCYON
Resulta
fascinante comprobar cómo año tras año va creciendo la lista de exoplanetas que
la comunidad astronómica ha ido detectando y catalogando en las estrellas más
próximas y no tan próximas a nuestro Sol. En el momento que escribo esto, ya se
han superado ampliamente los cuatro mil y la cosa va en aumento a medida que
enviamos al espacio sondas y telescopios cada vez con mayor poder de
resolución.
Empieza
a resultar obvio que los sistemas planetarios como el nuestro no son ni una rareza
ni un capricho del azar cósmico sino lo más común en el universo: la inmensa
mayoría de las estrellas poseen un cortejo de planetas y planetoides que las
acompaña. Lo cierto es que desde que se admitió como válida la hipótesis de la
“nebulosa planetaria” como origen del Sol y del conjunto de sus planetas,
debería haber sido evidente que otras muchas estrellas se formaron de la misma
manera y que, por tanto, también deberían tener planetas orbitando a su
alrededor.
De
momento solo se están localizando planetas gaseosos de tamaño considerable
(tipo Júpiter o Neptuno) o bien planetas rocosos, bastante más grandes que
nuestro pequeño mundo (supertierras), pero cuya órbita esté situada de tal
manera que nos permita su detección (desde nuestra perspectiva, el planeta ha
de pasar por delante de su estrella, eclipsándola parcialmente, para que
podamos descubrirlo). Supongo que en años venideros, cuando aumentemos la
precisión de nuestros telescopios espaciales, la lista de exoplanetas crecerá
como la espuma y podremos establecer un completo catálogo de los sistemas
planetarios vecinos (si bien es cierto que nuestro propio Sistema Solar dista
mucho de estar definitivamente descrito).
En
la serie Procyon intento reflejar (echándole imaginación pero sin perder de
vista los conocimientos científicos actuales para que resulte factible), cómo
podrían ser los 12 sistemas planetarios más cercanos al nuestro o, mejor dicho,
los más próximos al Sistema Solidarity (donde se encuentra la capital,
Babilonia), que estaría situado en una posición más o menos central en la
Federación, con el Sistema Solar en un extremo y el Sistema Liberty (donde se
inicia la aventura de la serie), en el otro.
Suponiendo
que la distancia media entre dos estrellas contiguas es de unos 4 años luz, la
Federación bien podría abarcar 15 ó 20 años luz de un extremo a otro, lo que no
está nada mal.
Los
mapas de algunos de estos sistemas planetarios ya fueron publicados en los
libros de la serie regular y otros los estáis viendo en este blog. En ellos
intento reflejar una gran variedad de planetas, satélites y otros objetos
estelares, naturales o de fabricación humana. Como ya expliqué en otro de estos
artículos, asumo que en muchos de los planetas que orbitan a la distancia
adecuada de su estrella para mantener el agua en estado líquido (la llamada
“zona habitable” o, como jocosamente denominan los astrónomos “zona ricitos de
oro” por aquello de que no está “ni muy fría ni muy caliente”), ha aparecido la
vida. Bien es cierto que también podría desarrollarse vida en algunos satélites
de los planetas gigantes gaseosos situados en zonas muy frías ya que las
fuerzas de marea gravitatoria de éstos permiten la existencia de océanos
líquidos bajo la superficie congelada de sus lunas (el caso de Europa en
Júpiter, por ejemplo).
También
he asumido que la tecnología del siglo XXV será capaz de construir enormes
estaciones espaciales (aunque solo se utilicen como casinos itinerantes o
platós de cine), alterar las órbitas de algunos asteroides para colocarlos
donde convenga, llevar cometas de hielo a los planetas donde se les necesite,
terraformar planetas muertos e instalar gigantescas “líneas de transporte” (la
famosa “Snow White Express” del libro 2).
Por
motivos de coherencia interna de la obra, solo nombraré aquellos astros que
tengan que ver con la trama de la serie (aunque solo sea de forma tangencial,
porque allí nació algún presidente de la Federación o algo así). No daré listas
completas de todos los satélites, asteroides y cometas de cada sistema
planetario porque no vendría al caso y haría más farragosa la lectura (que ya
lo es bastante, caramba).
Una
última consideración: Qué más querría yo que poder introducir en la serie
ominosos agujeros negros, espectaculares púlsares binarios o centelleantes
explosiones de supernovas que tanto juego han dado en la Ciencia-ficción de
todos los tiempos... pero el hecho incontestable es que NO EXISTE NADA DE ESO
EN LAS PROXIMIDADES DEL SISTEMA SOLAR, lo cual, bien pensado, es una suerte,
¿no?
R.MACHUCA-2018
Suscribirse a:
Entradas (Atom)