La
semana pasada os comenté algunos de los problemas bioquímicos que encontramos
al explicar el origen espontáneo de la vida en la Tierra, en particular, o en
cualquier planeta, en general. Pero ahí no acaba todo... ¡hay más!
La
vida tal y como la conocemos (¿cuántas veces tendremos que usar esta
coletilla?) está basada en el ADN. El llamado .Ácido Desoxirribonucleico es, como sin duda ya sabréis, una larga
cadena de bases nitrogenadas que sirven a los seres vivos como “plantilla” para
la fabricación de proteínas (los antes mencionados aminoácidos). Cada organismo
tiene su propio código genético y lo perpetúa al reproducirse. No en vano, se
trata de una molécula (o cadena de ellas, según se mire) notoriamente estable
que solo produce fallos en su replicación muy de tarde en tarde: las famosas mutaciones.
Pero
presenta un problema. Y gordo. El ADN, para funcionar, precisa de la presencia
de catalizadores (enzimas). Que en un mundo primitivo apareciera
espontáneamente una macromolécula tan compleja como el ADN es milagroso; pero
que además hubiera enzimas pululando por allí, inútiles hasta entonces... ¡es
la repanocha!
Los
científicos plantean como solución que quizá la vida primitiva no usó el ADN
como primera opción y que hubo con anterioridad un “Mundo del ARN”. El Ácido Ribonucleico, que es casi tan
complejo como el ADN pero mucho menos preciso y estable, tiene propiedades
autocatalizadoras y puede actuar sin la presencia de enzimas. Y antes que el
“Mundo del ARN” pudo existir un “Mundo de Algo-Más-Simple”, una molécula de más
fácil aparición que también tuviera capacidad de autorreplicarse... ¿quién
sabe?
Ante
la dificultad de la ciencia actual para explicar el origen de la vida en la
Tierra (enigma que todas las religiones de ayer y hoy han resuelto de un
plumazo... o de un soplo, debería decir) últimamente se han alzado voces
defendiendo la teoría de la Panspermia:
la vida no es originaria de la Tierra sino que llegó a ella a lomos de
meteoritos o cometas. En principio, nada que objetar, pero me parece que a la
larga es resolver la cuestión trasladando el problema a otro lado: ¿de dónde
vino la vida? Y lo que es más grave, ¿cómo apareció allí? ¿Acaso llegó a su vez
de otra parte?
Estaba
dándole vueltas a todo esto cuando descubrí no sé dónde un nuevo enfoque del
tema que venía de un campo insospechado: la Termodinámica (¡Sorpresa!)
Supongo
que todos habréis oído hablar de la Entropía.
En la escuela enseñan que es un indicador del “grado de desorden” de un
sistema. No me gusta esa definición. Me parece más ajustado decir que es la
medida de la incapacidad para producir trabajo o evolucionar: poca entropía
significa mucha capacidad transformadora; mucha entropía, poca capacidad.
En
una pila eléctrica nueva, por ejemplo, existe una amplia diferencia de
potencial entre sus dos polos y tiene, por tanto, baja entropía. Si cerramos el
circuito con una bombilla, la corriente irá de un polo al otro, encendiendo la
luz en su camino, hasta que la pila se gasta y la bombilla se apaga. Ya no hay
diferencia de potencial entre los polos de la pila: la entropía ha alcanzado un
máximo. Una barra de hierro con un extremo frío y otro al rojo vivo tiene poca
entropía. Cuando ha alcanzado el equilibrio térmico su entropía ha crecido. ¿Se
entiende?
Todos
los sistemas aislados (incluido el universo en su conjunto) tienden a aumentar
su entropía de manera natural. La entropía siempre crece. Es un proceso irreversible. Eso es lo que define la
llamada “flecha del tiempo”: el
tiempo avanza siempre en el sentido del aumento de la entropía; no al revés.
Momentos
después del Big Bang, la entropía del universo era muy baja: podía ocurrir casi
cualquier cosa. En los miles de millones de años transcurridos desde entonces,
el sistema ha ido evolucionando: el hidrógeno primitivo se organizó en
estrellas donde se transmutó en otros elementos menos combustibles, las
galaxias se están alejando unas de otras sin remedio, las diversas formas de
energía del sistema se han ido transformando en energía térmica (calor), una
forma “degradada” de energía con menos capacidad de generar trabajo... En resumen,
la entropía del universo ha crecido una barbaridad. ¿Cómo acabará todo esto? El
final se conoce como “Muerte térmica del
universo” y ocurrirá dentro de muchísimos millones de años (¡no hay que
alarmarse!). La entropía habrá alcanzado un máximo y el universo quedará
muerto, oscuro y frío, incapaz de producir nada.
¿Qué
tiene esto que ver con la vida? Todo. Cuando algo está “vivo” lo que hace es
rebajar su entropía a costa de la del entorno. La vida significa entropía baja,
desequilibrio, muchísima capacidad de evolución. La vida es la respuesta de la materia al aumento inexorable de la
entropía del universo. Evidentemente esto no explica cómo apareció la vida pero quizá nos apunta una respuesta al por qué.
Se
me ocurre que al igual que todos los sistemas tienden espontáneamente a
alcanzar su mínimo contenido energético (por eso las órbitas de los electrones
en el átomo son estables y los objetos caen en los campos gravitatorios), la
materia del universo tiende a organizarse de manera natural creando vida cuando
se dan las condiciones químicas y medioambientales adecuadas. ¿Por qué no?
Supongo
que en multitud de esos planetas en formación a los que antes aludía debieron
darse esas condiciones y que la vida pudo aparecer en muchos de ellos. Creo en un universo lleno de vida, ¿qué
le voy a hacer? Por eso en la serie “Procyon” hay tantos planetas que albergan
formas de vida autóctonas. Y no solo microorganismos (poco vistosos para una
historieta) también plantas y animales altamente evolucionados. Porque imagino
que partiendo de códigos genéticos similares, aunque quizá no idénticos a los
terrestres, y un medio ambiente parecido (agua líquida en forma de ríos, lagos
y océanos, temperaturas moderadas, radiación solar equivalente, etc.) es muy
probable que se diera el fenómeno conocido como “convergencia evolutiva”, esto es, organismos que en principio no
tienen nada que ver, evolucionan de manera similar para adaptarse a un
determinado medio ambiente y acaban pareciéndose.
Una
última consideración: supongo que habéis oído hablar de la ecuación de Drake. Es un cálculo muy imaginativo de la probabilidad
de que existan civilizaciones alienígenas en nuestra galaxia. Digo “muy
imaginativo” porque a muchas de las variables que en ella intervienen se les
adjudicaron valores “a bulto” según el pensamiento de las personas y la época
en que se formuló... ¡una época en la que ni siquiera se habían descubierto
planetas extrasolares! Siempre he tenido la sensación de que, aunque el
resultado de la ecuación sea la mar de alentador y resulte más que probable que
compartamos la galaxia con un buen puñado de especies inteligentes, los valores
elegidos son muy poco optimistas.
Estoy
convencido de que la vida bulle por doquier en el universo y que empecemos a
encontrarla es solo cuestión de tiempo. Ahí
fuera debe haber de todo, amigos.
R.
MACHUCA-16
FE
DE ERRATAS: Al pasar al ordenador el artículo de la pasada semana debí comerme
alguna palabra y el resultado final sonaba raro. Encelado es un satélite de
Saturno, no de Júpiter, como todo el mundo sabe (...o debería saber). Mil
perdones.